Diarios de formación
En el transcurso de los años que he dedicado a la formación de actores, he visto con mucha frecuencia a alumnos dinámicos, creativos, libres, alegres y espontáneos en la práctica del movimiento y en el lenguaje hablado, hasta que llegaba la hora de ir al escenario a representar un personaje literario: todo eso desaparecía como por arte de magia, se transformaban en cuerpos mecánicos, muy poco expresivos y principalmente sin identidad clara, cuerpos que “obedecían” ideas sobre el personaje, habiendo perdido gran parte de su singularidad expresiva. ¿Dónde estaba la clave de esta transformación tan drástica, tan mecánica y poco interesante, tan “pensada”? Esta es la pregunta que me ha orientado.
Creo haber encontrado algunas respuestas útiles en el cuerpo, nada descriptivas ni teóricas. Estas se han ido conformando solas, sin una intención expresa de convertirlas en algo sistemático, porque eso tiene sus riesgos. La técnica nunca puede reemplazar a un cuerpo vivo lleno de impulsos e intuiciones. Las técnicas ayudan a estimular eso, pero jamás lograrán reemplazarlo, y creo que ahí está el comienzo de un cierto malentendido en el cuerpo, que si no se supera, ahoga la auténtica expresividad de ese cuerpo imaginativo. (Texto de Verónica Oddó)
El trabajo secreto del actor
Lugar Editorial